miércoles, 15 de junio de 2011

"Un cadáver en la biblioteca", de Agatha Christie. Reseña literaria por Héctor Castro

La “reina del crimen” o “reina de la intriga”, apelativos con que se conoce a la escritora británica Agatha Christie, nos ofrece una deliciosa novela policíaca en la que nada es lo que parece. Una sagaz Miss Marple -Jane Marple- será la encargada de descubrir a los culpables del asesinato de dos jóvenes.

En esta obra y, a grandes rasgos, Agatha Mary Clarissa Miller –nombre real de Agatha Christie- repite el esquema tradicional de sus novelas policíacas pero, sin embargo, en esta ocasión no ofrece al lector un cúmulo claro de datos y detalles para que este pueda descubrir el misterio a la par que Miss Marple como sucede en otros de sus relatos. Esta vez el lector queda sorprendido por un desenlace inesperado. A pesar de este final imprevisible cabe recordar que anteriormente ya había escrito alguna otra obra donde sorprende al lector con finales sorprendentes como en La muerte de Roger Ackroyd.

El personaje de Miss Marple, una anciana solterona aunque amable y vitalista, como la define la propia autora, centra todo el hilo argumental de la novela ya que todo lo que se va descubriendo pasa por ella. Jane Marple es un señora mayor que reside en el apacible y bonito pueblo de St. Mary Mead, en el interior de Inglaterra, cuyo éxito para resolver los crímenes y atrapar a sus responsables reside básicamente, como ella misma afirma, en el conocimiento que posee de la naturaleza humana. En ocasiones parece que no tiene en muy buena consideración a la especie humana y, sobre todo a los hombres, y acostumbra a repetir que “la gente es igual en todas partes”. A pesar de ello, en el fondo Miss Marple es una mujer que ama la vida por encima de todo así como la condición humana. Es observadora y tiene una capacidad analítica que supera con creces a los mejores policías del país, incluso a los de Scotland Yard.

Un cadáver en la biblioteca es una novela fresca y llena de intriga desde la primera línea. Su estructura es muy simple ya que sigue los tres estadios de introducción, nudo y desenlace. El hecho de que su organización no sea compleja no significa que el libro carezca de personalidad, calidad o interés, más bien todo lo contrario, ya que consigue hilar una misteriosa trama desde su incio hasta su desenlace. La acción se desarrolla sin pausas que pudieran hacer perder tensión en la lectura. El lector disfruta de un elenco de personajes entre los que se encuentran los criminales y ello le permite poder sospechar de cualquiera de ellos a medida que transcurre el relato aunque, como ya hemos dicho, en esta ocasión será muy difícil adivinar quién es el asesino.

En esta obra, publicada en 1942, Agatha Christie aprovecha para criticar algunos de los estereotipos de la Inglaterra de mediados del siglo pasado. Hace un repaso a la diferente tipología de personas y estamentos sociales de la época. Sin duda alguna que leyendo esta novela podemos hacernos una idea muy cercana a la realidad de lo que era en esos años el país del Big Ben. De hecho, incluso el personaje de Miss Marple es costumbrista, empezando por su manera de vestir clásica y típica de las señoras mayores así como sus modales y costumbres típicas del interior de Inglaterra.

Como es habitual en las historias de Miss Marple, la acción de esta novela se desarrolla también en pequeñas poblaciones de la Inglaterra rural donde sus vecinos son ciudadanos modélicos y donde un asesinato coge desprevenidos y por sorpresa a todos los habitantes del entorno, incluyendo a la propia Policía. Agatha Christie consigue inundar de desasosiego y tensión el lugar más apacible. La escritora también tiene la virtud, como podemos comprobar en este relato, de combinar perfectamente personajes planos y personajes redondos que dan forma a la trama argumental. La evolución psicológica de algunos de los personajes es una auténtica demostración de la capacidad creativa de la autora que, a su vez, es capaz de describir al detalle algunas de las situaciones que se dan en la historia para provocar en el lector un anhelo de curiosidad que lo lleva a imaginar aspectos que no han sido descritos.
Aunque numerosas de las novelas de la “reina de la intriga” han sido llevadas tanto al teatro como a la televisión, algunas de ellas han sido trasladadas también al cine como en el caso que nos ocupa ya que Silvio Narizzano dirigió la película Un cadáver en la biblioteca que fue estrenada en 1984.


"Matrimonio de sabuesos", de Agatha Christie
"El caso de los anónimos", de Agatha Christie




Héctor Castro Ariño+





Autor: Héctor Castro Ariño

miércoles, 8 de junio de 2011

Asesinato en la niebla (y 7). Por Héctor Castro Ariño

Uno de los hombres se dirigió apresuradamente hacia el silo, el otro salió corriendo hacia el coche. De dentro del silo saltó el tercer policía cerrándole el paso al individuo que intentaba huir. Los presuntos delincuentes no opusieron, entonces, resistencia alguna. Una vez esposados se encaminaron todos hacia el pantano. Allí estaba la barquita que anteriormente ya había visto el oficial. Esa misma madrugada policías y sospechosos se dirigieron a Zaragoza. Allí los dos hombres detenidos ya pasaron a disposición judicial.

Ese sábado Frago no apareció por La Litera. Eso llamó la atención de los habitantes del pueblecito protagonista de esta aventura. No fue hasta el domingo cuando la gente volvió a ver a Frago en la iglesia. Esa misma tarde hubo un pleno extraordinario en el ayuntamiento donde el agente explicó los hechos y agradeció a todo el mundo su colaboración. La víctima, Paco Salat, había agrandado su silo, con permiso del ayuntamiento, ocupando algo de término municipal y, en una de las paredes rocosas, descubrió zusa, aunque él no sabía ni lo que era. Como era muy mañoso enseguida empezó a esculpir y a hacer figuritas con ese material. Tiempo atrás Salat había estado envuelto con gente del hampa, gente que de cuando en cuando aún le habían hecho alguna visita a la torre intentando extorisonarlo. En una de las visitas descubrieron las figuritas y rápidamente vieron que era zusa. Esa gente obligó a Salat a guardar silencio y poco a poco fueron ampliando y explotando ese silo millonario. A Salat le tocaba una mínima parte de los beneficios, la cual aceptaba para no levantar las sospechas de los delincuentes. Pero Paco tenía la idea de decir la verdad algún día; se lo privaban las amenazas de los criminales. No solo él estaba amenazado, amenazaban también de asesinar a gente del propio pueblo como descubrieran que se había ido de la lengua. La noche del crimen Paco Salat les había dicho que ya estaba harto, había discutido fuertemente con los dos hombres detenidos. Después de esa discusión, los dos hombres sospecharon que Salat tenía intención de delatarlos a la policía, así que cuando esa madrugada fueron al terreno de Salat para sacar zusa del silo como otras noches, ya tenían pensado eliminar a Paco. Una vez cargado el zusa en el todoterreno, cogieron a Salat y se lo llevaron hacia el pantano con la excusa de que tenía que ayudar a uno de los hombres a llevar la carga esa madrugada, cosa que nunca había hecho. Una vez en la barca, Salat empezó a sospechar al comprobar que eran los dos hombres los que también subían a la misma. Una vez estaban algunos metros adentrados en el pantano Salat intentó tirarse al agua y escapar pero uno de los malhechores lo agarró del cuello y se entabló una dura pelea. Finalmente el otro hombre le dio un fuerte golpe con una barra de hierro en la espalda y Salat cayó al agua muy tocado. Allí fueron los delincuentes los que lo hundieron hasta que lo ahogaron. Después lo llevaron hasta la ribera y lo dejaron allí. Los trocitos de hormigón encontrados alrededor del silo de Salat pertenecían a un tubo hormigonado de gran diámetro utilizado, a modo de rodillo por los acusados, para romper trozos excesivamente grandes de zusa y, los restos del propio zusa que Frago había encontrado en la tierra de cultivo de Salat, eran menudencias que no se podían aprovechar y que los delincuentes mezclaban con la tierra para esconderlos. Aparte de los dos hombres detenidos la policía había desmantelado en Zaragoza y Huesca una red mafiosa que comercializaba este zusa con países asiáticos.
Héctor Castro Ariño++
Ramón Frago había llevado el caso con una gran profesionalidad e intuición. La única cosa de la que había tenido dudas y de la que finalmente comprobó que era tal cual se había dicho desde un primer momento fue la que hacía referencia al lugar del crimen.

Frago se quedó un par de días más en el pueblo. Le devolvió el Panda al farmacéutico. Hizo aún unas cuantas partidas al guiñote y a la butifarra. En unos meses volvería a rondar por la comarca, por lo que prometió volver a hacer alguna partida. Antes de regresar a Madrid se fue al Pirineo a visitar a su hijo pequeño y, después, se estuvo unos días también en Zaragoza en casa de su hija. Era ya finales de mes cuando Frago, con la pipa encendida y fumando un tabaco aromático, se fue encaminando hacia la estación de El Portillo.

FIN


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