martes, 17 de mayo de 2011

Seguimos con Anthony de Mello (II)

Foto extraída de "http://www.pastoralsj.org/sec_esejota/fotos/psjsec_esejota-toni100.jpg


Queridos lectores:

Vamos a continuar con algunos relatos de "La oración de la rana (2)" de Anthony de Mello. Este sacerdote indio, que combinó el budismo con el cristianismo en sus reflexiones, se ha convertido en un pozo de sabiduría para todo aquel que quiere escuchar. Empezaremos con un relato que nos habla de la actitud sabia que se debe tomar en el caso de que alguien nos insulte y/o difame. Tony de Mello nos hace ver que no debemos perder ni un solo instante en sufrir por ello y que debemos de tomar una actitud inteligente que nos permita hacer oídos sordos ante aquellos intolerantes que no saben dialogar para contrastar ideas y que su único argumento es el insulto, la injuria y la mentira. Evidentemente que deberemos tomar las medidas legales pertinentes pero nunca una felonía de alguien sin escrúpulos debe hacernos pasar un mal rato. Y es que, como dice el refrán, a palabras necias, oídos sordos. No ofende el que quiere, sino el que puede. A lo largo de la historia de la humanidad siempre ha existido aquel que no razona ni dialoga y que vuelca su intolerancia en forma de menosprecio, calumnia e insulto. Además, en nuestros días hay quien se aprovecha de un modo perverso de la tecnología de internet -que tanto bien puede hacer- para actuar de una manera maliciosa y, en muchos casos, cobarde a través del anonimato que puede proporcionar la red. Pero las personas de bien siempre debemos ir con la verdad por delante, porque como dijo nuestro Señor Jesucristo: "La verdad os hará libres".


Espiritualidad

A Buda parecían dejarle impávido los insultos que le lanzaba aquel visitante. Cuando, más tarde, sus discípulos quisieron saber cuál era el secreto de su imperturbabilidad, él dijo: "Imaginad lo que ocurriría si alguien os ofreciera algo y no lo tomarais; o si alguien os enviara una carta y os negarais a abrirla: su contenido no os afectaría en lo más mínimo, ¿no es así? Pues haced lo mismo cuando os injurien, y no perderéis la calma". La única clase de auténtica dignidad es la que no sufre menoscabo con la falta de respeto de los demás. Por mucho que escupas a las cataratas del Niágara, no lograrás reducir su grandeza.

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Del siguiente relato solamente haré dos breves reflexiones:

1-"Escúchate a ti mismo y encuéntrate y, si es posible, escucha también a Dios".
2-"Persigue tu sueño".


Iluminación. Un cuento hasídico:

Una noche, le fue ordenado en sueños al rabino Isaac que acudiera a la lejana Praga y que, una vez allí, desenterrara un tesoro escondido debajo de un puente que conducía al palacio real. Isaac no se tomó el sueño en serio; pero, al repetirse éste cuatro o cinco veces, acabó decidiéndose a ir en busca del tesoro.

Cuando llegó al puente, descubrió consternado que estaba día y noche fuertemente vigilado pos los soldados. Todo lo que podía hacer era contemplar el puente a una cierta distancia. Pero, como acudía allá todas las mañanas, el capitán de la guardia se le acercó un día para averiguar el porqué. El rabino Isaac, a pesar de lo violento que le resultaba confiar su sueño a otra persona, le dijo al capitán toda la verdad, porque le agradó el buen carácter de aquel cristiano. El capitán soltó una enorme carcajada y le dijo: "¡Cielos! ¿Es usted un rabino y se toma los sueños tan en serio? ¡Si yo fuera tan estúpido como para hacer caso a mis sueños, ahora estaría dando vueltas por Polonia! Le contaré un sueño que tuve hace varias noches que se ha repetido unas cuantas veces: una voz me dijo que fuera a Cracovia y buscara un tesoro en el rincón de la cocina de un tal Isaac, hijo de Ezequiel. ¿No cree usted que sería la mayor estupidez del mundo buscar en Cracovia a un hombre llamado Isaac y a otro llamado Ezequiel, cuando probablemente la mitad de la población masculina de Cracovia responde al nombre de Isaac, y la otra mitad al de Ezequiel?"

El rabino estaba atónito. Le dio las gracias al capitán por su consejo, regresó apresuradamente a su casa, cavó en el rincón de su cocina y encontró un tesoro tan abundante que le permitió vivir espléndidamente el resto de sus días.

La búsqueda espiritual es un viaje en el que no hay distancias. De donde estás en este momento, vas adonde has estado siempre. Pasas de la ignorancia al reconocimiento, porque lo únic que haces es ver por primera vez lo que siempre has estado mirando. ¿Quién ha oído hablar de un camino que te lleve a ti mismo, o de un método que te convierta en lo que siempre has sido? A fin de cuentas, la espiritualidad es cuestión únicamente de ser lo que realmente eres.

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Puedes leer más en

Hoy, Anthony de Mello (I)
La pregària de la granota - Anthony de Mello (III)

Reflexions amb Anthony de Mello (I)
Reflexions amb Anthony de Mello (II)

miércoles, 11 de mayo de 2011

Hoy, Anthony de Mello (I)

Queridos lectores:

Hoy vamos a reflexionar con dos entrañables historias que el jesuita indio Anthony de Mello publicó, junto a muchas otras, en su libro "La oración de la rana (2)" (Sal Terrae, 1988).

Los relatos que vamos a leer a continuación hacen referencia a la igualdad entre las personas. El hombre es como una casa. En el primero poco importa el color, religión, nacionalidad o creencias que tenga, lo que verdaderamente importa es la bondad, generosidad, paz y amor que haya en su interior. En una casa, lo significativo es que su interior sea acogedor y confortable y no el color o la forma de su fachada.

Iluminación

"¿Cuenta Plutarco que en cierta ocasión vio Alejandro Magno a Diógenes escudriñando atentamente un montón de huesos humanos.

"¿Qué estás buscando?", preguntó Alejandro.
"Algo que no logro encontrar", respondió el filósofo.
"¿Y qué es?"
"La diferencia entre los huesos de tu padre y los de tus esclavos".

Igualmente indistinguibles son los huesos de los católicos y los de los protestantes, los de los hindúes y los de los musulmanes, los de los árabes y los de los israelitas, los de los rusos y los de los americanos.

Y el que ha alcanzado la iluminación no ve la diferencia ni siquiera cuando los huesos están recubiertos de carne.


Naturaleza humana

Un niño negro contemplaba extasiado al vendedor de globos en la feria, el cual era, evidentemente, un excelente vendedor: en un determinado momento, soltó un globo rojo, que se elevó por los aires, atrayendo a una multitud de posibles jóvenes clientes.

Luego soltó un globo azul, después uno amarillo, a continuación un globo blanco... Todos ellos remontaron el vuelo hacia el cielo hasta que desaparecieron. El niño negro, sin embargo, no dejaba de mirar un globo negro que el vendedor no soltaba en ningún momento. Finalmente, le preguntó: "Señor, si soltara usted el globo negro, ¿subiría tan alto como los demás

El vendedor sonrió comprensivamente al niño, soltó el cordel que tenía sujeto el globo negro y, mientras éste se elevaba hacia lo alto, dijo: "No es el color lo que hace subir, hijo. Es lo que hay dentro.


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Seguimos con Anthony de Mello (II)
La pregària de la granota - Anthony de Mello (III)

Reflexions amb Anthony de Mello (I)
Reflexions amb Anthony de Mello (II)

lunes, 9 de mayo de 2011

Asesinato en la niebla (3). Por Héctor Castro Ariño

La conversación se fue animando. Parece que la presencia del famoso policía ya no impresionaba a los vecinos, y eso que tan solo habían pasado unas cuantas horas desde que había llegado al pueblo. Poco a poco se fue haciendo la hora de comer y la gente fue despejando el local y se fue a su casa. El inspector comió en el hostal. Después de comer vio un ratito la tele, el tiempo justo del telediario y, al acabar, se fue a hacer un ratito de siesta. La siesta era una costumbre sagrada para Ramón Frago, una costumbre que había heredado desde su infancia en La Litera.

Eran las cinco de la tarde cuando Frago salía del hostal. Al ser pleno invierno el día era muy corto, por lo que no le quedaba mucho rato de luz. Frago volvió al pantano y siguió husmeando por allí. Continuaban esas huellas profundas que horas antes había visto. Las volvió a examinar y llegó a la conclusión de que las pisadas tenían que ser de esa misma madrugada porque había nevado toda la noche pasada hasta los primeros claros del día, por lo que si las pisadas fuesen anteriores la nieve las habría borrado. También los dos rastros alargados tenían que ser de la pasada madrugada por la misma razón. Frago era apodado “El Sabueso” por parte de sus compañeros. No hace falta aclarar el porqué de este mote. Observando atentamente y buscando el más mínimo indicio de algo vio una cosa que brillaba semienterrada por la nieve en una de las líneas que acababan en el pantano. Se acercó y cogió un trozo de papel brillante. Había una dirección. Estaba escrita con lápiz y se leía muy mal. El oficial se la apuntó en su agenda y se guardó el papelito. La dirección hacía referencia a la ciudad de Barbastro. Siguió examinando las pisadas y los rastros y comprobó que las marcas pertenecían a dos personas, posiblemente hombres, por el tamaño de las mismas. Eran pisadas de botas o similares. Después, siguiendo y observando cuidadosamente los dos rastros de línea que llegabal al agua, pudo percatarse de que había una astillita de color azul enganchada en una piedra. Posiblemente, al arrastrar lo que fuera –Frago tenía claro que allí habían arrastrado dos barcas- habían rascado en la piedra y un trocito de madera se había soltado. El famoso policía sacó su pipa, la encendió y, entre calada y calada, reflexionaba tranquilamente. ¿Por qué habían vuelto al lugar del crimen? Y, realmente, ¿era aquello el lugar del asesinato? A la mañana siguiente iría a hacer una visita a la dirección que había encontrado. Eran ya casi las siete de la tarde cuando Frago se encaminó hacia el pueblo. Una espesa niebla volvía a bajar y no se veía nada. El inspector Frago estaba cansado del viaje de la noche pasada, así que comió algo y se fue a dormir. Al día siguiente tenía que madrugar y hacer muchas cosas.

El autobús que bajaba a Barbastro salía a las ocho y media de la mañana. Allí estaba nuestro hombre esperando el coche de línea. A las nueve y media estaba ya en Barbastro. Se encaminó hacia la dirección que ponía en el papelito que había encontrado. Le indicaron hacia el polígono industrial de la ciudad. Brabastro era una ciudad pequeña o un pueblo grande, depende como se mire. Había crecido mucho en los últimos años. Tendría entre unos veinte y unos veinticinco mil habitantes. Hacía más bueno que en La Litera, aunque el frío calaba hondo. Frago llegó a la dirección que indicaba el papelito. Era una empresa de construcción de tubos de hormigón. Era una fábrica pequeña, con pocos trabajadores. El director de la fábrica lo reconoció en seguida. Barbastro ya era una población importante. Frago pudo hablar con todos y cada uno de los empleados, ese día estaban todos. No sacó nada enclaro ni nada que pudiera relacionar con el asunto que a él le ocupaba. Después de comer cogió otro autobús pero, esta vez, con destino a Huesca. Allí se tenía que ver con el forense que había hecho la autopsia al cadáver de Paco Salat.

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