Buenos días:
En primer lugar permítanme felicitarles a todos ustedes y, en
especial, a todas las Pilares, ya que hoy, 12 de octubre, es el día de Nuestra
Señora del Pilar, patrona de Zaragoza, Fraga, Castejón de Sos, Aragón y también de la Benemérita
y de la Hispanidad, aunque este último reconocimiento lo comparte con la Virgen
de Guadalupe.
Dicho lo cual, hoy vamos a dedicar este análisis a un certamen
barbastrense que este mes de octubre ha celebrado su decimotercera edición. Me
estoy refiriendo a “El Desván, desembalaje de antigüedades”. El fin de semana
del 3 y 4 de octubre el recinto ferial de Barbastro acogió una nueva exposición
y venta de objetos antiguos y artículos vintage.
Un total de 31 expositores hicieron las delicias de los visitantes que, ataviados
todos con mascarilla y respetando en todo momento las medidas de seguridad, se
acercaron hasta el pabellón cubierto que acogió dicha feria.
Quiero felicitar al Ayuntamiento y a la Feria de Barbastro por la
excelente organización de un evento que, aparte de ser ya una cita consolidada
en el calendario de los amantes de las antigüedades, este año ha sido de mayor
complejidad en su preparación debido a la crisis sanitaria que estamos viviendo
a causa de la COVID-19. A este respecto quiero resaltar que la organización
controló en todo momento el aforo permitido de personas, así como que todos los
visitantes llevaran la mascarilla puesta. También hay que felicitar a los
vendedores, pues en todos sus puestos había gel hidroalcohólico y, antes de
poder manipular cualquier artículo, era de uso obligatorio.
En cuanto a la profesionalidad y la calidad de “El Desván”, también tengo que darle el sobresaliente. Lo cierto es que la variedad de productos era tal que cualquier persona podía encontrar lo que buscaba o, sino al menos, descubrir una nueva pieza que despertara su admiración. Podíamos encontrar desde muebles de época, objetos de la Guerra Civil y de la II Guerra Mundial, juguetes de principios del siglo XX, carteles, colecciones de cromos y relojes con más de 120 años de antigüedad, hasta botellas de sifón y gaseosa e, incluso, una antigua caja de quesitos El caserío. En cuanto a los precios, también he de decir que eran importes muy ajustados, en comparación a otras ferias de antigüedades que he visitado. En general los comerciantes tenían conocimientos de las piezas que ofertaban y tenían datos interesantes de las mismas.
Yo disfruté mucho la tarde del sábado en un “Desván” que me permitió asistir a una interesante negociación entre cliente y mercader a cuenta de tres muebles de época valorados en más de 1.000 euros y que, finalmente, adquirió el primero. Por cierto, yo abandoné el recinto con una compra de dos lamparillas de queroseno.
Desde la capital del Somontano, ¡Feliz semana!