José Augusto Trinidad Martínez Ruiz "Azorín". |
Características de la Generación del 98. Antecedentes
Azorín ya definió el concepto de generación del 98 aplicado a un grupo de escritores aparecidos en los primeros años del s. XX -y finales del XIX- (Unamuno, Bueno, Maeztu, Baroja, Benavente, Valle-Inclán, Rubén Darío y el propio Azorín, entre otros). Para la confirmación de una generación literaria, tal como la del 98, existen unas condiciones necesarias:
1) Proximidad de nacimiento entre los miembros del grupo. Condición que coloca a los individuos a la misma distancia y en el mismo grado de receptividad de acontecimientos vitales. Esto se cumple en la Generación del 98.
2) Elementos formativos, es decir, la homogeneidad en la educación que forma la mentalidad de los individuos del grupo. Los hombres de la Generación del 98 coincidieron en su autodidactismo, todos fueron grandes lectores y todos coincidieron en alejarse de un foco central de cultura, de la Universidad, poco atractiva y poco formativa, para refugiarse en la Biblioteca. Cada uno se formó aislado en su localidad, pero bajo el tono común del autodidactismo.
3) Relaciones personales entre el grupo; tertulias, redacciones en periódicos, publicaciones en revistas. En 1903 aparece Alma Española, revista donde aparece ya completa la nueva generación literaria. Los hombres del 98 fueron aproximándose lentamente hasta sentirse una comunidad. También hay hechos en que se manifiesta esta comunidad: visita a la tumba de Larra, manifiesto contra el homenaje a Echegaray, etc.
4) Experiencia generacional. Es un hecho cultural o histórico que actúa como aglutinante sobre un grupo humano y crea su conciencia colectiva. Nada importante ocurrió en ese año 1898 a nivel literario, pero el hecho histórico fue la derrota de España y la pérdida de su imperio colonial; la idea de decadencia era ya anterior a esta fecha pero les agrupó ante un problema esencial: España. Su punto en común es la demanda y el quehacer de su tiempo al que cada uno responde en su estilo literario diferente.
5) Lenguaje generacional. Una nueva generación conlleva una nueva forma de expresarse. Los que criticaron esta nueva forma la calificaron de modernista, y el adjetivo quedó ya fijado para definir una de las formas expresivas de la generación del 98.
6) Parálisis de la generación anterior. La generación realista carecía ya de todo crédito sobre las nuevas conciencias.
La protesta de la Generación del 98 no hubiera podido realizarse sin la labor crítica de una generación anterior. Tres autores: Echegaray, con su teatro violento, agresivo y apasionado; Campoamor, con su poesía suave y bella, así como con su sentimiento secretamente subversivo que encandiló a la burguesía y Galdós, con su trascendencia revolucionaria, acercaron la realidad pequeña y cotidiana a los ojos de los españoles, solidarizando y compenetrando su realidad. (Echegaray + Campoamor + Galdós = estado de conciencia pre-generación del 98).
La crítica sociopolítica del 98 es continuación de la que ya se ejercía antes de la guerra de las colonias. El desastre solo avivó este movimiento que ya existía y se arrastraba desde el siglo XVII en adelante (Gracián, Cadalso, Jovellanos, Larra, Almirall...). Una situación política y social crítica; oligarcas y caciques que falsean la Constitución; etc. La demanda de justicia es inútil porque de un lado está la fuerza y el privilegio y, del otro, los ciudadanos vejados y espoleados. Las Cortes no resuelven nada y todo se arregla entre bastidores. Fueron años de intensas críticas en los artículos periodísticos, en todo tipo de publicaciones y en el Parlamento. La comunicación con el pensamiento literario del extranjero renovó las letras; los que más influyeron fueron: Nietzsche, que provocó sublevaciones y protestas; Gautier, que ayudó a la juventud del 98 a ver el paisaje de España de otro modo, a amar los pueblos castellanos no como algo arqueológico sino transformando la geografía física en visión absorta, y Verlaine, quien forma la mentalidad poética de Rubén Darío y a través de él determina la lírica actual.
La Generación del 98 ama los pueblos castellanos y su paisaje, resucita los poetas primitivos (Berceo, Santillana), impulsa el fervor por el Greco iniciado ya en Cataluña y rehabilita a Góngora. Es a veces romántica (violetas en la tumba de Larra), y continúa el movimiento ideológico de la generación anterior. Pero para este grupo de escritores, el mismo problema de los males nacionales se traduce en una lucha íntima, personal, que se traduce en escritos cargados de subjetividad. Algunos de sus autores se integran, otros se marginan. Parten del sentimiento ético del compromiso con la comunidad a la que pertenecen y de una particular reacción frente al racionalismo que ha destruido los pilares en los que se apoyaba la convivencia: la religión y los valores tradicionales. Su opción entre los partidos proletarios (a los que algunos siguen) les resulta insatisfactoria. Su búsqueda de su verdad les aproxima a las generaciones europeas (europeísmo estético e ideológico).
José Martínez Ruiz: Azorín (1873-1967)
Nació en Monóvar (Alicante). Fue internado en Yecla, que llegó a ser arquetipo de la decadencia de los pueblos españoles. Cuando inicia la carrera de derecho va a Valencia y allí comienzan también sus contactos culturales. Escribe artículos en muchos periódicos, sobre todo críticas de teatro. Los dos temas dominantes en su producción hasta 1905 son la crítica literaria (la mayoría crítica teatral) y la crítica política y social (defensor entonces de ideas ácratas). Los dramaturgos que más le impresionan fueron Ibsen y Maeterlinck y también el teatro catalán (Guimerà, Rusiñol); le interesaron más que la crítica literaria de la época. Ya en el folleto Anarquistas literarios. Notas sobre la literatura española explica su propósito de levantar la evolución de los valores sociales y literarios a costa de derribar los ídolos tradicionales de la literatura y el periodismo.
Se traslada a Madrid a probar fortuna y allí conoce a Baroja, Manuel Bueno y Maeztu, jóvenes coetáneos que formarán, por sus coincidencias ideológicas y estéticas, el grupo más tarde llamado del 98. Tuvo gran amistad con Clarín (Leopoldo Alas), es del único que recibe apoyo tras atacar instituciones y valores consagrados en la crítica y la política. Escribe La sociología criminal (filosofía del derecho penal) y Los Hidalgos (que es la primera parte de El alma castellana) en 1900. En El alma castellana retrata la vida y costumbres del S. XVII español. Intima con Baroja y Maeztu; viajan a Toledo y escriben sus impresiones: su admiración por el Greco, la conciencia de la tristeza de la vida provincial y su actitud anticlerical quedan reflejadas en una edición especial de la revista Mercurio. Baroja escribe su primera novela importante, Camino de perfección, y Azorín La Voluntad, en las que ambos reflejan toda la tendencia de su generación. La Voluntad es novela autobiográfica por dos motivos: por su ideología y psicología y por sus elementos episódicos.
La reacción de toda una generación frente a las inconsistencias del ambiente social y político de la Restauración, la burla del sistema parlamentario, el caciquismo, la inmoralidad administrativa a través del turno de partidos... Algunos jóvenes desearon enderezar el mundo mediante la influencia en la opinión pública. Pero se produjo un fracaso. Este fracaso frente a los que dominaban fue importante en la Generación del 98 porque sus integrantes volvieron a la filosofía para defender su condición humana desde la vertiente metafísica (filosofía postkantiana o romántica).
Martínez Ruiz "Azorín" era un anarquista convencido, estaba influido por La conquista del pan, de Pedro Kropotkin, y por El Dolor Universal, del exjesuita Sebastián Fauré. Estos dos autores defienden que la causa del dolor humano y sus males físicos e intelectuales no es la naturaleza sino las instituciones sociales cuyo principio operante es la autoridad. Estas instituciones son, para Azorín, la Patria, la Iglesia, el Estado y el Matrimonio, "entes sociales que se mantienen por la fuerza de los más y la inercia de los menos". Según Martínez Ruiz, el sufragio universal no es tal en España. Tiene también influencia de Ernest Renan, que quiere convertir la moral en derecho y llevar el anarquismo a un nuevo cristianismo y, para restablecer el derecho, Azorín dice que hay que apelar a la fuerza y no a la súplica.
Siente admiración por Pi y Margall, padre del anarquismo en España, pero, a su vez, se pregunta por su ineficacia cuando pudo decidirse a actuar en la historia. José Martínez Ruiz mantiene un conflicto entre su actividad pública e intelectual y su naturaleza contemplativa y solitaria, quizá debido a su interés por lo social y la psicología. Se refugia en la metafísica optando por lo individual y abandona el corregir males sociales. En Diario de un enfermo vemos la preconcepción literaria del protagonista de La Voluntad en forma de diario, un hombre que se pregunta por la inanidad de la vida, un escritor con la tensión, contemplación, participación activa en la vida. Busca el ideal femenino más que la sensualidad en una mujer. Se casa pero su mujer muere, dejándole en estado de angustia. En esta obra el protagonista se suicida (como también Andrés Hurtado, el protagonista de El árbol de la ciencia, de Pío Baroja). En Las Confesiones de un Pequeño Filósofo (1904) adopta definitivamente el pseudónimo de Azorín. En La Voluntad se elimina el suicidio del protagonista, lo que representa un paso hacia la solución del conflicto. Cuatro novelas cambian el rumbo de la novela española, que iba muy retrasada con respecto a Europa. Estas novelas son: Camino de perfección, de Pío Baroja; Sonata de otoño, de Valle-Inclán; Amor y pedagogía, de Unamuno; y La Voluntad, de José Martínez Ruiz "Azorín". El protagonista egoísta y desilusionado es comparable en las cuatro, le mal du siècle, y también en las cuatro novelas el protagonista reaccionará ante la literatura y la época que le toca vivir.
En la literatura, tanto por su forma como por su contenido, los escritores de la Generación del 98 actuarán, por lo general, de manera demoledora e incluso unas veces de manera injusta con respecto a la novela del siglo XIX para expresar y reflejar la crisis del siglo XX. Pero en su momento estos autores pasaron desapercibidos al lado de Galdós, Pardo Bazán, Palacio Valdés o Blasco Ibáñez, los cuales eran más leídos. Simplemente, de los nuevos la crítica no se ocupó y, aunque por ejemplo La Voluntad recibió elogios cuando fue publicada, estos fueron ínfimos en comparación con las obras de la generación anterior.
Ramón María del Valle-Inclán
Ramón María del Valle-Inclán