-Yo, cuando era pequeño como tú, también fui a dar la vuelta al mundo, me llevó mi abuelo. Tampoco quería comer, así que mi abuelo me propuso que fuera con él a dar la vuelta al mundo; yo acepté. Al cabo de un buen rato me iba entrando hambre, y en la misma morera de antes en la que hemos comido moras, ocurrió la misma escena anterior, solo que hace sesenta y cinco años y en aquella ocasión estábamos mi abuelo y yo. Yo, como tú, Jaime, negué tener hambre, pero en realidad tenía mucha.
-Bueno, es cierto que tengo un poco de apetito, pero no mucho. No se preocupe. ¡Vamos, Blas, corre!
-Mira esos pájaros, son preciosos.-Es verdad y, ¡cuántos hay!, don Emilio.
-Hay muchísimos.
-Don Emilio, ¿cuánto rato debemos de llevar cabalgando desde que salimos de casa? Es que ahora el hambre aprieta un poco más.
-Una hora y media si el sol no nos engaña. Pero no te preocupes, que ya queda poco para finalizar la vuelta al mundo. ¡Arri! ¡Mira! Allí hay un arroyuelo, pararemos a beber.
-¡Buena idea!-¡Sooo, muchacho! El agua está fresquísima y muy limpia; pero empiezo a tener hambre.
-Yo también tengo hambre ahora, lo menos llevaremos cabalgando un par de horas. A propósito… ¿Queda aún mucho, don Emilio?
-No, cuando lleguemos a La Chopera, lo habremos conseguido. ¡Adelante! ¡Vamos, sube, Jaime!(…)
-¡Por fin hemos dado la vuelta al mundo! Esto es La Chopera. ¿Quieres que volvamos?
-¡¡Sí, me muero de hambre!!(…)
-¡Mamá, ya hemos llegado! ¡Hola!
-¡Hola, don Emilio! Ya estaba preocupada. Y bien, ¿cómo ha ido, don Emilio?
-¡Ja, ja, ja! Todo arreglado, no se preocupe ya más por ese asunto.
-Mamá.-¿Qué?
-¿Cuándo comemos?
Autor: Héctor Castro Ariño
Emilio, el Ermitaño (1)
Emilio, el Ermitaño (2)