'El análisis' (lunes, 23 de marzo de 2020)
Buenos
días:
En plena
lucha de toda la sociedad contra el coronavirus, y en unos días en que estamos
mostrando todos nuestro reconocimiento hacia el personal sanitario y hacia
todas aquellas personas que hacen de su trabajo una ayuda para todos nosotros,
alguien me hizo reflexionar en torno a una cuestión lingüística aunque, a la
vez, ideológica.
La persona
en cuestión me hizo reparar en algo en lo que no me había siquiera fijado, y es
lo siguiente: ¿Se han dado cuenta ustedes de que todos los medios de
comunicación nos hablan estas semanas del número de contagiados o infectados? A
lo sumo, se refieren a las personas contagiadas o infectadas pero, en general,
tanto los titulares de los diferentes medios de comunicación como los políticos
de todo signo, así como los periodistas y los médicos hablan de que el número de contagiados o
infectados es tal o cual.
Muchos ya
habrán intuido a qué me refiero. En plena y justa batalla por la igualdad entre
hombres y mujeres hay quien ha hecho del lenguaje un arma arrojadiza a la par
que falsaria y demagógica. ¿Dónde ha quedado esa duplicidad de género en
sustantivos y adjetivos? A aquellos, mayoritariamente destacados dirigentes
políticos, que en sus discursos sobreactuaban dirigiéndose siempre, sin
excepción, a “todos y todas” aún no los he escuchado hablar de los “contagiados
y contagiadas”. A aquellos que empleaban el femenino plural en lugar del
masculino plural, como símbolo de resistencia y lucha frente a la “imposición
del patriarcado heterosexual”,
todavía no los he oído mentar a las “afectadas” para referirse al conjunto de
afectados por el virus. ¿Dónde ha quedado esa rebeldía y ese afán justiciero? ¿Dónde
han quedado esos principios inquebrantables? Creo que está claro que el
lenguaje ni es machista, ni es racista ni es ningún tipo de –ista. Somos las
personas las que, dependiendo del uso que hacemos del idioma, podemos herir a
nuestros semejantes.
Para ser
justos, antes de concluir sí debería citar a alguien que se ha mantenido en las
acrobacias lingüísticas. Me estoy refiriendo al presidente del Gobierno, Pedro
Sánchez. Y es que el pasado 10 de marzo y, a tenor del COVID-19, nuestro
presidente afirmó que “La sala de espera de un hospital no entiende de formas
de pensar, ni de colores, ni de ideología, ni de género”. Visto lo visto,
propongo al presidente del Gobierno que modifique de una vez la Constitución y,
así, en su artículo 14, donde dice que “Los
españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación
alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra
condición o circunstancia personal o social” sea enmendado y diga que “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda
prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, género, religión, opinión o cualquier
otra condición o circunstancia personal o social”.
Desde mi
rincón de confinamiento, ¡Feliz semana!, mucho ánimo para todos y, por favor,
sigan las directrices de las autoridades sanitarias.
Sobre el coronavirus. ¡Intolerable!
Manual de 'Lenguaje inclusivo con perspectiva de género' del Gobierno de Aragón
'Homenaje a Miriam y Jesús'
Hola Héctor,
ResponderEliminartotalmente de acuerdo con tu apreciación. Creo que todos nos hemos vuelto locos (o "todas nos hemos vuelto locas") ¡ja, ja, ja! No sé si la epidemia de coronavirus nos aportará algo positivo, pero lo que es indudable es que este confinamiento en casa durante semanas nos hace pensar en la toxicidad y negatividad que adquirió la sociedad en muchos aspectos estos años. Por cierto, todos los medios de comunicación hablan del COVID-19 en masculino, sin embargo, al referirse a una cepa del virus, ¿no debería nombrarse en femenino la COVID-19?
Un abrazo y a cuidarse...
Hola, Francisco:
EliminarLa verdad es que, con el confinamiento que debemos realizar de manera responsable, da mucho para pensar, reflexionar, leer y escribir. Creo que todos debemos recapacitar y no mezclar churras con merinas, como ha sucedido últimamente. El lenguaje está para usarlo bien y no debemos responsabilizarlo de las actitudes de las personas.
Un abrazo.