jueves, 22 de mayo de 2014

Pinceladas Templarias (16), por Jesús Martínez

¿Dónde obtuvieron el saber?


Un conocido adagio dice: “Quien no sabe escuchar, nada sabe ni nada tiene que decir”.

sabiduría temple

La sabiduría de la Orden del Temple se basaba en un permanente aprendizaje. Tener los oídos bien abiertos y la boca cerrada, como expresan algunas estatuas y caras medievales esculpidas: con orejas prominentes y sin boca o, tapada con las manos, y los ojos bien abiertos. “Ver, oír y callar”. Los demás eran, como representan también esculturas medievales, monos con las orejas y los ojos cerrados. No entendían ni sabían, ni oían ni querían hacerlo. El peligro era que dijeran cosas falsas o despropósitos incoherentes. Un gran peligro. Por eso el secretismo de las Órdenes Iniciáticas y Escuelas Esotéricas. Ciertos secretos, si cayeran en manos de estos personajes, sería como dejar jugar con una pistola cargada a un niño de corta edad.

Aprendían de los maestros fundadores, todos iniciados en escuda u órdenes iniciáticas y esotéricas. Después la sabiduría era transmitida por los caballeros iniciados “de boca a oreja”, después de pasar las mencionadas pruebas de iniciación.

Aprendieron también de los “Amasadores” (hoy conocidos como Masones). Pero principalmente del Maestro Constructor.

Los constructores (de todo tipo, incluidos los carpinteros y herreros), guardaban un hermético silencio sobre los secretos de sus profesiones. Cuentan que algunos aprendieron a base de observar y oír.

Saber y conocer. Los templarios adquirían el “saber”, como hemos visto, en diversas fuentes. “El saber da poder y el poder da riquezas”. Pero más importante, tal vez, sea “el conocer”. Conocer a fondo el hoy en todos los aspectos y entresijos. “El mañana” es consecuencia del hoy. Conocer a fondo a sus amigos y enemigos para determinar la estructura de la estrategia a llevar a cabo. Su red de espionaje hacía una tarea fácil.

Los constructores se constituyeron en gremios (de ahí nacieron siglos después los sindicatos: de la madera, de la construcción, del metal, etc).

Pronto tuvieron sus propios estatutos.

Los más conocidos son los de Bolonia de 1248. Con 61 artículos reglamentan los deberes y derechos de cada gremio y de cada categoría laboral. El silencio era determinado especialmente.

En cantería (canteros) las marcas o firmas de sus componentes tenían una base o raíz que las hacía reconocibles en cuanto al grupo que pertenecían. Ninguna marca era igual a otra. Siempre había un trazo que las diferenciaba. Ni las de los hijos de canteros eran exactamente iguales a las de sus padres. Es capítulo para desarrollar aparte.

Creo conveniente incluir la siguiente anécdota:

catedral toledo
Catedral de Toledo.

Fotografía extraída de:
http://desdesdr.blogspot.com.es/2012/11/los-maestros-canteros-de-trasmiera.html

Cuentan algunos cronistas que, cierto día, el rey Fernando III visitó, por sorpresa y de incógnito, las obras de la catedral de Toledo en construcción. Cuando llegó, llamó su atención un grupo de trabajadores que se afanaban en cargar bloques de piedra en un carro tirado por cuatro acémilas. A ellos se dirigió el monarca y preguntó:

-Vosotros, ¿qué hacéis?

-Señor, llevamos piedras, recién llegadas de la cantera, a aquellos obreros de allí.

Se dirigió el rey hacia aquel lugar y preguntó de nuevo:

-Vosotros, ¿qué hacéis?

-Nosotros, señor, con el martillo y el escoplo, alisamos las caras de las piedras, les damos forma, según las instrucciones y dibujos del maestro (encargado) y las llevamos a aquel cantero.

Allá que se caminó el rey y preguntó otra vez:

-Tú, ¿qué haces?

-Señor, yo trabajo las piedras y, según los planos y dibujos de mi maestro encargado de la obra, las dejo listas para ser colocadas.

Llamó la atención del rey un personaje que, con un vestido talar oscuro y un bastón con forma de T en la mano derecha, estaba de pie en lo que luego sería la entrada de la catedral.  Fue hacia él y preguntó:

-Vos, ¿qué hacéis?

A lo que el enigmático personaje respondió flemático y con orgullo:

-Yo, majestad, ¡construyo catedrales! (Era el Maestro Constructor, el arquitecto).


4 comentarios:

  1. Hola Héctor,
    me ha encantado esta entrada, como viene siendo habitual. Qué gran verdad hay en la frase: el mañana es consecuencia del hoy, sin duda alguna es cierta. En cuanto a la anécdota de la construcción de la catedral de Toledo, la próxima vez que acuda a visitar esta maravilla arquitectónica me acordaré de ella. ;-)
    Un saludo

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  2. Hola, Francisco:
    Me alegra que te haya gustado esta nueva entrega de Jesús Martínez sobre los Templarios. Respecto a la catedral, te tomo la idea y haré lo propio.
    Un saludo.

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  3. Da la impresión de un primigenio sindicalismo a la par de una muestra de identidad genética, avanzados en muchas cosas sin duda. Enhorabuena como siempre.

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    1. Gracias a ti, Carlos, por tus siempre interesantes comentarios.
      Un saludo.

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