El forense era un tipo alto y fuerte, de presencia seria,pero una vez entablabas conversación con él adoptaba una actitud agradable y distendida. Frago había leído ya el informe del forense, pero tenía algunas preguntas que hacerle. El cuerpo había sido encontrado el viernes, hacía tres días. El forense dictaminó que la muerte se había producido el mismo viernes entre las cuatro y las cinco de la madrugada. También había dictaminado que la causa de la muerte había sido el ahogamiento en el pantano (en las muestras de agua se había podido dictaminar sin duda que se había ahogado en el pantano). Frago interrogó al forense sobre unas marcas que tenía el muerto en las muñecas y en la espalda. Roberto Palacín, que era como se llamaba el forense, le dijo al inspector que esas marcas habían sido provocadas, sin duda alguna, por algún tipo de lucha, ya que la marca más fuerte, que estaba en la espalda, estaba hecha con un hierro y tenía también algunos moratones por el cuerpo que confirmaban la hipótesis. Además, en el cuello de la víctima se habían podido registrar marcas de manos; probablemente las mismas manos que lo habían hundido y ahogado en el pantano. Frago se pasó toda la tarde con el forense y, a última hora, cogió el último autobús que lo volvería a subir al pueblo. Llegó a las diez de la noche y se fue directamente hacia el hostal a cenar algo. Después de cenar se fue al bar de la plaza Mayor a hacer la partida y a conversar con algunos hombres.
El Café de Mulet era el más antiguo delpueblo. Cuando llegó el inspector los hombres ya estaban jugando a las cartas, pero el policía se sentó en una mesa donde faltaba uno para hacer la partida. En esa mesa empezaron la partida el farmacéutico, Miquelet de Casa el Patués, Andrés y el propio Ramón Frago. Jugaban a la butifarra, pero también charraban. Esta vez tampoco hubo ningún problema en hablar del tema del crimen. Frago pidió por la torre de la víctima, pues al día siguiente pensaba ir a investigar. A las once y media la partida se acabó y cada cual tiró para su casa. El oficial, lógicamente, se encaminó hacia el hostal.
El Café de Mulet era el más antiguo delpueblo. Cuando llegó el inspector los hombres ya estaban jugando a las cartas, pero el policía se sentó en una mesa donde faltaba uno para hacer la partida. En esa mesa empezaron la partida el farmacéutico, Miquelet de Casa el Patués, Andrés y el propio Ramón Frago. Jugaban a la butifarra, pero también charraban. Esta vez tampoco hubo ningún problema en hablar del tema del crimen. Frago pidió por la torre de la víctima, pues al día siguiente pensaba ir a investigar. A las once y media la partida se acabó y cada cual tiró para su casa. El oficial, lógicamente, se encaminó hacia el hostal.
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